Por Antonio Las Heras - Para LA GACETA - Buenos Aires
Este año se cumplen 80 años de la muerte del autor de La Guerra Gaucha y 90 de cuando como cofundador de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) asumió como su primer presidente.
Cabe, entonces, interrogarse sobre qué entendían los creadores de esa institución acerca de “¿qué es ser escritor?” Porque escribir es un oficio, una labor que -como todas- tiene aficionados, hobbystas y profesionales. Donde hay profesión hay trabajo; y si es trabajo es imposible pensarlo de otra manera que no sea una labor remunerada. De inmediato comprobaremos que así lo entendieron aquellos fundadores la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) cuyos nombres quedaron plasmados en el acta de creación.
Fue el 8 de noviembre de 1928, durante una reunión convocada por la Primera Feria Nacional del Libro, celebrada en el Teatro Cervantes (Buenos Aires), que se constituyó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Su primer presidente fue Leopoldo Lugones acompañándolo como vicepresidente: Horacio Quiroga; secretario: Samuel Glusberg; tesorero: Manuel Gálvez, vocales: Rafael Alberto Arrieta, Enrique Banchs, Jorge Luis Borges, Leónidas Barletta, Arturo Capdevila, Nicolás Coronado, Baldomero Fernández Moreno, Roberto Gache, Alberto Gerchunoff, Arturo Giménez Pastor, Roberto F. Giusti, Víctor Juan Guillot, Enrique Larreta, Roberto Ledesma, Carlos Alberto Leumann, Ezequiel Martínez Estrada, Álvaro Melián Lafinur, Félix Lima, Pedro Miguel Obligado y Ricardo Rojas; administrador: Rómulo Zavala; asesor letrado: Dr. Augusto Rodriguez Larreta.
De inmediato redactaron el estatuto, donde se lee que entre los fines de la SADE se halla “la defensa gremial del escritor.” No quedan dudas, entonces, que aquellos hombres que hicieron la Literatura Argentina del siglo XX entendían que escribir no es otra cosa que un trabajo y que, por ello, quienes realizan dicha labor requieren una adecuada defensa gremial.
Es interesante traer a la memoria que allá por los años 70 del siglo pasado, la comisión directiva de SADE emitía comunicados -publicados en los suplementos culturales de diarios como La Nación y La Prensa- indicando los montos mínimos que un autor debía percibir por dar una conferencia, escribir un artículo, participar en una mesa redonda o ser jurado.
Aunque hoy suene a relato fantástico, hasta los años 80 fue usual -y lo viví personalmente- que cuando un escritor participaba en un programa de televisión cobraba -como mínimo- “el bolo”, a través de Argentores. Su sola condición de escritor lo hacía acreedor a la percepción de esa suma de dinero que, si bien pequeña, implicaba reconocer que dicha presencia televisiva era considerada un acto laboral.
Entendemos que las labores intelectuales en general y la del escritor en particular -que es a lo que en particular nos estamos aquí refiriendo- han estado perdiendo respeto en todo sentido y, más aún, en lo que hace a percepción de honorarios. Por eso mismo es que nos permitimos denunciarlo cuando se cumple un nuevo “Día del Escritor” invitando a toda la ciudadanía a dar la batalla cultural correspondiente para que el oficio de escribir vuelva a tener la consideración gremial que comenzó a perderse en la Argentina desde hace, al menos, medio siglo. Para finalizar, entender -por ejemplo- que cuando se nos pide dar una conferencia y se termina la frase con “después, a la salida, te invitamos a cenar” se nos está agrediendo y faltando el respeto. En todo caso lo que nos tienen que decir es a nombre de quién hacemos la factura por el trabajo realizado.
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Antonio Las Heras - Ex secretario general de la Sociedad Argentina de Escritores y actual presidente de su Sub Comisión del Libro de Filosofía, Historia y Ciencias Sociales.